sábado, agosto 29, 2009

Nuestras calles.

Cada vez que camino por esas calles me acuerdo de ti, y eso es patético. Cuando llego junto a ese negocio, recuerdo cuando ibas a comprar cigarros y me silvabas de una calle a otra para llamarme. O cuando paso junto a esas escaleras recuerdo cuando nos sentabamos a conversar. Recuerdo, también, aquella plaza en donde nos sentabamos y te me acariciabas cariñosamente la espalda, yo hacía como si no sintiera nada, pero tú sabías que sí lo hacía.
Recuerdo, como siempre repetías que me querías, pero en el fondo sabíamos que no lo hacías. Y sabíamos los dos que yo te quería, mucho. Recuerdo cuando me contaste lo de tu polola, te sonreí. La quieres y ella a ti, y tú sonreíste con tus ojos verdes brillando. En ese momento te odié a ti y a tus ojos con toda mi alma.
Y me miraste, con lástima. Y yo te miré tan friamente, obligándote a que no lo hicieras, porque yo podría ser dos años menor que tú, pero soy fuerte y no lloraré por alguien como tú, no te lo mereces.
Soy tan patética, nunca entendí porque me viste como me viste, sabiendo que ella era un mejor partido. Tengo razón, nunca me miraste, nunca me escuchaste, nunca me quisiste como yo a ti, y los dos lo sabemos.
Ahora pienso que será difícil no acordarme de ti pasando cada fin de semana por nuestras calle, por nuestros rincones.
Tú no me quieres, dije sin mirarte a los ojos, entendiendo la razón. Tú no me respondiste nada, y mi corazón lloró en silencio.
Hoy es un día en el que pienso que todos estos recuerdos no valen la pena. Que nuestras calles no valen la pena. Para mi has muerto la vez en que me cambié de casa y nuestras calles quedaron atrás, en el pasado, en el olvido. Para siempre.